En la visión tan occidentalizada que poseemos, gran parte de los chilenos no tiene noción que para gran parte de las culturas originarias de Chile, aimaras, quechuas, atacameños, collas, diaguitas, rapanuis, mapuche, kawésqar y yaganes, el solsticio de invierno posee una gran importancia sociocultural en relación a los ciclos naturales de la tierra y sus diversos significados asociados a la renovación de su existencia individual y colectiva.
El pueblo Mapuche conmemora el We Tripantu (año nuevo o la nueva salida del sol) o Wiñol Tripantu (vuelta del año). Asimismo, el pueblo Aymara celebra el Machaq Mara (año nuevo) o Mara Taq’a (división del año), mientras que para el pueblo Quechua esta fecha es denominada Inti Raymi. Por otra parte, el pueblo Rapa Nui festeja el Matahiti Apī (año nuevo). Los pueblos Colla, Chango y Diaguita conmemoran la fecha como “solsticio” o “año nuevo” y el pueblo Lickanantay celebra el “cambio de ciclo”.
En tanto, el pueblo tribal afrodescendiente chileno también festeja este acontecimiento en Arica y Parinacota con “La fiesta de San Juan”.
Tomando como referencia el We Tripantu, día sagrado para los mapuche, no sólo se habla del solsticio de invierno, sino que también del día en que comienza a retroceder el invierno, donde se alargan las horas de sol hasta el solsticio de verano, y se propicia un nuevo año de agricultura. Esto está determinado principalmente por el ciclo lunar, lo que controla la naturaleza, el tiempo, las lluvias, la vida animal y vegetal. Esto está estrechamente relacionado con la vida mapuche, su religión, filosofía, su concepción de mundo, presente y futuro. El mundo y vida mapuche están fuertemente ligadas a la naturaleza y su visión del tiempo en que lo antiguo siempre se renueva, muy distinta a la occidental, en la que lo antiguo queda atrás y no se puede hacer nada más que recordar.